miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las muertas de Jorge Ibargüengoitia

La novela de Jorge Ibargüengoitia Las muertas muestra una versión de la historia de lenocinio, muertes accidentales y asesinatos que ocurrieron en la década de los 60 por unas hermanas apodadas las Poquianchis. Con tintes humorísticos y divertidos en los momentos menos esperados, se cuentan atrocidades solamente superadas por la realidad: la ficción sólo nos muestra la punta del iceberg.


Vivir en la clandestinidad puede ser el ingrediente ideal para cometer las peores atrocidades, Serafina y Arcángela Baladro (el nombre literario de las tratantes de blancas, quizá las más famosas en la historia del México contemporáneo) tenían secuestradas a prostitutas que poco a poco fueron muriendo, un poco por ignorancia, un poco por ingenuidad, un mucho por corrupción.


Los antros de las Baladro eran el sitio favorito de las autoridades, del secretario de gobernación para abajo, de ahí que durante varios años gozaran de absoluta inmunidad; además de que, como ocurre en la mayoría de los negocios prohibidos, las casas de citas constituían una importante fuente de trabajo para mucha gente (a demás de que no pagaban impuestos, por lo que era un jugosísimo negocio): las Baladro sobornaban a policías, burócratas, taxistas... toda una red. La historia se ubica en el estado del Plan de Abajo, el nombre literario que Ibargüingoitia le da a su natal Guanajuato.

El primer capítulo es punto neurálgico para comprender el resto de la novela: ¿por qué se descubrieron los cuerpos enterrados dentro de uno de los dos antros que regenteaban las hermanas cuando pudieron pasar al olvido por los siglos de los siglos? Por un arranque de venganza. Serafina Baladro intentó asesinar al panadero Simón Corona, su amante otrora

Resulta que tres años atrás, Simón Corona, al ser víctima de uno de los tantos caprichos y cambios repentinos de carácter de Serafina, le abandona mientras ambos se encontraban de vacaciones en Acapulco. Serafina un buen tiempo tuvo en mente vengarse de Simón pero conoció al capitán Bedoya, esencial en la historia de las muertas, de quien se enamoró por lo que se olvida del tema.

Un día ella cree ver a Simón Corona entre personas que pasaban caminando. Le vienen a la mente todos los recuerdos de su antigua relación y, sobre todo, del agravio de haberle dejado parada en una esquina esperando a que él saliera de una tienda de abarrotes. Serafina decide que es tiempo de ir a cobrarle cuentas a donde quiera que se encuentre. Una vez que ha identificado el lugar donde vive, viaja en coche junto con Bedoya y su chofer a balacear e incendiar al susodicho en su panadería. Todo salió mal, él sobrevivió (error garrafal) pues, entre otras cosas, tenía pésima puntería y sólo se llevó unos cuantos rasguños. Ergo, él rinde declaración en el MP y confieza que en una ocasión sirvió como chofer para enterrar el cuerpo de una meretriz, un mal menor para todos los horrores que se relatan posteriormente. En el resto de los capítulos, las Baladro se encuentran en la cárcel y la historia se va construyendo con testimonios de victimarios y víctimas.

Las muertas no es la única novela donde Jorge se inspira en la realidad para tratar de crear escenas literarias, en ese género se encuentran Maten al león, libro que retrata una dictadura que bien podría escenificar el intento de un golpe de estado de cualquier país latinoamericano  en los 70, Los relámpagos de agosto y Los pasos de López. Estas historias tienen toques históricos con el estilo antisolemne e irónico que tanto me gusta de Ibargüengoitia. Si no le han leído no saben de lo que se pierden, aunque para mí la obra más elevada del guanajuatense son sus columnas publicadas en el Excélsior de Julio Scherer y compiladas en diversos libros. Pero esa es otra historia que espero abordar pronto.

Esta es la verdadera historia de las Poquianchis:




1 comentario:

  1. Me gustó el libro, gracias por prestármelo y la verdad también me gustó lo que escribiste aquí :D

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