miércoles, 17 de julio de 2013

Marcelino Cereijido, un tipo políticamente incorrecto




Foto: Arturo Orta

¿Qué es el cognicidio?

Significa matar el conocimiento, “cogni” significa conocer y “cidio” acción de matar. El conocimiento no es como la información que se puede guardar en la memoria de computadoras o en bibliotecas. Todo organismo, todo, sobrevive siempre que sea capaz de interpretar la realidad en que vive: por ejemplo, si tuviéramos una babosa enfrente, tan sencilla que no tiene cerebro, ella tiene que interpretar si se mueve para la izquierda, donde se acabaron los nutrientes, o para la derecha, donde todavía hay. Si se va para la izquierda es demasiado idiota para ser babosa y la lucha por la vida no puede tolerar semejante chapucería. Esto rige para los vegetales también: Imagínate que en un campo de girasoles todos están mirando para el lado donde sale el sol. Si hubiera uno que mira hacia el lado contrario sería demasiado tarado para ser girasol. Si una bacteria necesita la enzima beta galactósido para alimentarse tiene que reconocerlo, saber dónde está, es decir, interpretar su realidad.

En el caso de los seres humanos hace 50 000 años les empezó a brotar algo que llamamos conciencia y, como interpretar la realidad es tan importante para sobrevivir, empezó a hacer modelos mentales para decir por qué ocurren las cosas.

En su libro Hacia una teoría general sobre los hijos de puta usted dice que los países del tercer mundo no pueden ser democráticos, ¿por qué?

En la Gracia Antigua la sociedad estaba organizada por capas jerárquicas, si vos pertenecías a un determinado escalón de ésta, tenías que obedecer al de arriba y eras obedecido por el de abajo sin tener que justificar el por qué. La manera de vestir, usar barba o no, el tipo de empleo que se tenía, con quién se podía casar, todo estaba reglamentado con base en ese sistema pero de repente todo se viene a bajo; cobran importancia las ciudades y los habitantes, llamados de ahí en adelante ciudadanos, quienes enfrentan el problema de gobernarse entre iguales. Inventaron las leyes del tener razón, y las leyes del tener razón son argumentar, refutar, comparar, disuadir, convencer, que con el tiempo se va transformando en la democracia y la base de la filosofía.

En México no se argumenta, así los integrantes de un sindicato pidan algo lógico y justo tienen que bloquear una carretera o atarse a una verja o exhibirse desnudos en avenida Reforma para que les hagan caso. Así no funciona la democracia. Ahora, como todas las cuestiones son demasiado complejas como para discutirlas a muerte y convencer a todos, llegado el momento se tiene que ir a votar, pero el voto es el fracaso de la democracia. Entonces lo que se acostumbra es discutir y cuando todos dicen “bueno, este es el mismo argumento de hace media hora. Ya no hay ninguna idea nueva, bueno, vamos a votar”. Pero en México ni siquiera se está a ese nivel. En el tercer mundo no se puede ser democrático.

La ciencia tampoco se puede desarrollar en ese contexto a menos que pase como en el primer mundo, que se desarrolló en los espacios universitarios, con argumentos. Si al final, lo que pasa con la ciencia mexicana lo termina decidiendo el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que dicta que tiene que ser así o asa y si no el ministro de Economía no suministra presupuesto. Uno debate, pero lo gobiernan económicamente.

¿Cuál es la ventaja de la ciencia frente a otros conocimientos?

El ser humano comenzó con el animismo, dotar de vida a las cosas, el politeísmo, el monoteísmo, y el primer modelo humano para interpretar la realidad que no utiliza deidades es el modelo científico. Un científico premio Nobel puede dar una conferencia y si en el fondo de la sala un becario le hace una objeción, él no le puede decir “oye, ¿usted sabe con quién está hablando?”, le tiene que contestar.

El desarrollo de la ciencia moderna no tiene ni cuatro o cinco siglos pero la tienen muy pocos países; los llamados del primer mundo. México no tiene ciencia, tiene muy buena investigación, poquita, pero la que tienen es de excelente nivel y no lo digo porque sea investigador, sino porque publican en las mejores revistas del mundo y ahí no hay suposiciones ni caprichos. Lo que dice la ciencia vale para todos lados: es universal.

Es el mejor esquema explicativo que cubre dos requisitos: uno, la capacidad de predecir; y otro, la coincidencia de lo que afirmo con la realidad. Hace un tiempo le pegaron un balazo en la cabeza a Salvador Cabañas, jugador de futbol. El Instituto de Neurocirugía le aplicó un tratamiento que se llama Gamma Knife, el equipo tiene un costo de unos 40 millones de pesos, capaz de operar la cabeza sin abrirla. Es un aparato tan caro que solo hay uno en el país y una cola enorme de pacientes requieren usarlo. Ello le salvó la vida al jugador. En agradecimiento, los fans marcharon a la villa de Guadalupe. Si hubiera una cultura compatible con la ciencia, el América hubiera jugado contra Chivas y, de lo que se recaudara, donarlo para comprar otro aparato pero piensan que si hay una solución la debe proveer la virgen.

Al lugar donde tenía el balazo Cabañas le hicieron una tomografía computarizada, la zona afectada estaba representada en colores con la forma, naturaleza, posición, irrigación y vías nerviosas que interrumpía el disparo. Los médicos combinaron conocimientos de neuropatología, computación, imagenología, entre otros, para que los neurocirujanos le abrieran la cabeza. Quiere decir que todas las leyes de la computación, la imagenología, radio y patología deben de estar bien porque coincidió con la realidad. La predicción que hicieron con la realidad fue total.

Una vez en la UNAM me invitaron a una mesa redonda donde participó un sacerdote; él decía que cada quien es libre de creer. Y yo le dije que no era cierto porque si un médico es libre de creer, puede decir que no cree en los tumores y cualquier paciente con ese mal que tenga la mala suerte de caer en su consultorio morirá. Así que usted no es libre de creer, le dije. Esa es una tontería que le dicen al pueblo.

Comparemos eso con la eucaristía: cuando el vino y la hostia se transforman en el cuerpo y sangre de Cristo. Si es cierto que ese vino se transforma en sangre de Cristo, ¿le dejarían a la ciencia que se tomen un par de mililitros para ver a qué grupo sanguíneo pertenecía? Como en la sangre hay células de glóbulos blancos, se puede obtener una muestra de ADN del núcleo para secunciarlo. Como los padres de Cristo eran Dios y el Espíritu Santo tendríamos el genoma de Dios y el Espíritu Santo. Cuando se lo dije al cura que participaba en la mesa redonda dijo que era una blasfemia lo que yo decía y yo le dije que él era un cognicida. Esa manera de interpretar la realidad estaba bien hace 3 mil años en la Edad de Bronce tardía en la que se formó el judeocristianismo, no ahora.

A mí me jodían con la cuestión de la clonación: que si queremos hacer robots sin alma, materialistas. Y digo: No, ¡¿quién dice eso?! Nosotros, los científicos, clonamos células del páncreas a ver si podemos modificarlas y meterlas en el peritoneo a un diabético para que le segrege insulina. O cuando una persona sufre quemaduras de segundo o tercer grado se obtienen células del tejido sano para sembrarlas, hacerlas crecer e injertarlas en la piel de nuevo. A eso se le llama clonación. Luego le pregunté al mismo cura que si hace 2 mil años que empezó el Cristianismo, y desde ese entonces se han tomado la hostia y el vino en cada ceremonia religiosa, ¿se trataba de un acto simbólico? Él contestó que no, que es una viva representación de su cuerpo y sangre; entonces, le contesté, desde ese tiempo los curas vienen clonando a Cristo. El tipo se paró y se fue. La cultura mexicana está enhebrada por el catolicismo, ¿eso se parece a la ciencia?

¿Qué es la cultura científica?, ¿quiénes deben poseerla?, ¿cómo apropiarse de ésta?

Yo hago una diferencia entre la cultura científica y la cultura compatible con la ciencia. Si voy a Argentina y digo que acá en México hay buena odontología, los argentinos no van a pensar que acá toda la gente es dentista sino que hay uno por cada 200 habitantes, por decir algo, que lo son; el resto tiene una cultura compatible con la odontología, quiere decir que si a alguien le duele una muela o se le parte una corona acude a ese 1% de la población para curarse. En cambio, México no se tiene una cultura compatible con la ciencia; por lo menos, a Salvador Cabañas lo curaron los médicos con un aparato avanzadísimo, pero le atribuyeron la solución a una virgen.

La UNAM quiere que la sociedad tenga una cultura compatible con la ciencia: se publican libros para explicar por qué es de día, de noche, por qué llueve, sobre el clima, el sol, qué sé yo. Pero el día que vino Juan Pablo II en su penúltima visita al país era un día precioso, radiante de sol, y todas las emisoras de televisión dijeron que se fijaran hasta qué punto la virgen de Guadalupe amaba al papa que hizo despejar las nubes para recibirlo, y eso lo vieron millones de chicos que pasan a ser subdesarrollados, atrasados. Eso es cognicidio; es matar el conocimiento que la gente de la UNAM está tratando de fomentar. Nosotros nos mantenemos en el tercer mundo que no tiene ciencia y padece varios dramas.

El primer drama es no tener ciencia en el siglo XXI donde ya no queda prácticamente nada que se pueda hacer sin ciencia y tecnología. Las laptops, el aire acondicionado, las cámaras fotográficas... la salud pública, el transporte, la comunicación, hasta la diversión: todo depende directa o indirectamente de la ciencia.

El segundo es que con el analfabetismo científico —que significa no poder interpretar la realidad sin recurrir a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad— el afectado es el primero en reconocer su tragedia: las poblaciones que padecen inundaciones cada temporal, carestía de comida, medicamentos o agua, pero como le falta el conocimiento sobre ciencia no puede entenderlo, así se lo expliques. Y no solo le pasa al campesino que vive en la sierra, le pasa al Estado.

Yo soy asesor del Consejo Consultivo de Ciencia desde hace 17 años, ya van tres presidentes de la República en ese periodo y en su perra vida me preguntaron nada. Pero son muy buenos tipos, nos dicen “ahora tenemos muchos problemas urgentes pero en cuanto los resolvamos vamos a apoyar a la ciencia”. Eso ya los define como una bestia porque es como si yo te dijera, mira: “Ahora tengo que resolver todas estas ecuaciones diferenciales pero si bien las resuelva, te juro que voy a estudiar a ver qué es eso de las matemáticas”, y me vas a decir: “o usted aprende matemáticas o en su perra vida va a poder resolver una ecuación diferencial”.

En México todos los problemas son económicos, todavía está a la antigua cuando la variable principal de la realidad era la economía. Parece que el marxismo nos convenció demasiado pero yo te puedo decir que si en el caso de Salvador Cabañas hubiera venido Slim a taparlo con una carretilla de dólares, se hubiera muerto, porque la variable es el conocimiento en el mundo moderno, no la economía. Somos pobres porque no hay conocimiento.

El papa Pío IX en 1864 promulgó la encíclica Quanta cura en la que condenó a la ciencia y sus derivados. Me gustaría que a ese papa, si le hicieran un cateterismo, él mismo dijera que no porque deriva de la ciencia, o que si tomara un vuelo al Vaticano se le negara y se tuviera que ir nadando porque es otro producto de la ciencia. Como es un dogma, en la religión no se pueden corregir sus errores.

El analfabetismo científico trae dramas terribles. Uno de los máximos desastres que le pueden pasar a una especie biológica, el ser humano entre ellas, es que fueron seleccionados para actuar en una realidad y que la realidad cambie. Supongamos que a un pescado de una laguna de agua dulce de repente se saliniza, se muere. O un vegetal que requiere cierta cantidad de agua, lo mismo. O imagínate una guacamaya seleccionada para vivir en el trópico pero si la llevo al polo, se muere.

Hay una polilla gitana que devasta los árboles frutales; un tiempo se le suministró DDT pero no la mataron al cien por ciento, quedó un diez por ciento resistente; el año que vino todas eran descendientes de las sobrevivientes; en aquella ocasión se usó más DDT; murieron algunas pero también se seleccionó a especies más resistentes. Llegó un momento en que se tenía que ponerle más DDT y a las ya polillas no les pasaba nada pero sí a los humanos: si ingerían esa fruta se intoxicarían.

Ahí entra la ciencia: investigadores hallan que la polilla macho detecta a una hembra hasta a cuatro kilómetros de distancia por las feromonas que emite ésta. Obtienen la fórmula química de las feromonas, lo rocían con una avioneta sobre los sembradíos y acaban con el problema. Se produjo lo que se llama castración informática. No castraron a las polillas sacándoles sus órganos genitales sino que las desorientaron. La esencia de esto es que se detectó en qué realidad se reproducían, se cambió esa realidad y ya no la pudieron interpretar.

Si un campesino mexicano pierde su trabajo en Yucatán, allá vivía del yute pero llegó otra empresa que fabrica nylon, tiene que migrar y consigue otro donde se hacen cámaras fotográficas de 10 megapixeles. La ciencia y la tecnología le cambiaron la realidad, su situación es igual a la de la polilla. Está a años luz del conocimiento que se necesita para habitar esta realidad con cosas que produjo el primer mundo. Eso es un drama.

México tiene que hacer ciencia y tecnología, no para aumentar su acervo cultural sino porque si no te mueres; o es al revés que la polilla: el ser humano en situaciones adversas se reproduce más, y en consecuencia, cortan los bosquen, urbanizan zonas, y es un drama. Es un problema tan grande que no se puede ser democrático porque no existe esa capacidad para serlo. No hay un razonamiento porque la gente está desesperada.

¿Problemas como el cambio climático no nos obligará a decidir como humanidad con base en el conocimiento científico?

No se está haciendo. Nuestras universidades en última instancia están reguladas por los economistas, que están hundiendo el conocimiento nacional. Nosotros hacemos ciencia, ¿quién nos pone las normas en economía? Los administradores. Te mandan una tabla para obtener un donativo por tres años donde tienes que poner qué vas a estar haciendo trimestre por trimestre. La ciencia se maneja por novedades, yo puedo estar investigando X objeto y si mañana me despierto y veo que lo acaba de descubrir un japonés, ¿qué voy a hacer? No se puede ignorar. No es una fábrica de salchichas y decir que si hago 20 por día en tres meses voy a hacer X más. El conocimiento no es lineal ni continuo y esos métodos obligan a que el investigador mienta.

Imagínate que a Einstein, guardando toda proporción, ibas a presionarle en siete meses para que se le ocurriera la teoría de la relatividad y que llegara un administrador a preguntarle, ¿en qué porcentaje la tiene desarrollada?, ¿ocho por ciento?... ¡¿Qué día se le va a ocurrir?! Carajo, yo puedo decirle lo que voy a hacer pero no puedo prometerle que se me va a ocurrir nada, porque la ocurrencia no la manejo.

El tipo que pone las normas con las que uno va a investigar es suficientemente idiota porque está hundiendo el conocimiento mexicano. A ese tipo, yo, con toda la amabilidad y respeto lo colgaría de un árbol. Además, dicen idioteces terribles, dicen que hay que hacernos más competitivos: la ciencia no progresa por la competencia, si un organismo es competente no necesita competir; al contrario, lo que surge en ciencia es resultado de la cooperación. Están arruinando el esfuerzo mexicano por conocer.

Cuál es el papel que juega la divulgación de la ciencia en México?, ¿en qué ha fallado? y ¿cuáles son sus retos?

La divulgación de la ciencia que se hace en México es buenita pero extremadamente parcial, tan parcial que es mala. Por qué cuando vino el papa Juan Pablo II los divulgadores no hicieron pláticas para explicar por qué estaba escampado el día. No enseñan por qué no tenemos ciencia: no hablan de los administradores ni defienden el estado laico porque la religión es la estructura central de la cultura mexicana. No se divulga. Es como si yo escribo un libro sobre la tuberculosis pero no me permiten políticamente abordar al bacilo de Koch. Se llama disonancia cognitiva.

Los divulgadores para hacer la ciencia interesante nombran casos insólitos; por ejemplo, ¿sabías que si el hombre saltara como una pulga podría llegar a la punta de la Torre Latinoamericana? y ¿que hay agujeros negros tan poderosos que se comen toda una galaxia? Se acostumbró a la gente que los científicos somos gente que vivimos de coleccionar pendejadas. Un presidente puede llegar y decirnos: Oiga, yo en lugar de darle plata para que me enseñe cómo un agujero negro se come una galaxia, me gustaría que me diga cómo le hago para que los chicos de México coman una proteína, y tendría razón. Pero resulta que México no tiene líderes culturales competentes, son analfabetas científicos. Cuando vine a México fui a la mina El Edén en Zacatecas y se me erizaron los pelos porque entré y los hijos de los mineros heredaban la deuda de los padres. Si rompían una pala o un pico, ya estaban endeudados por el resto de su vida. No salían de esclavos. Una de las grandes reformas fue: uno no puede heredar las deudas de sus padres.

¿Cómo puedes permitir que a un niño de seis años lo pongas de rodillas a que se golpee el pecho porque un requetetataraarchi abuelo que se llamaba Adán y su señora que se llamaba Eva se comieron una manzana? Eso es anticlimático. Cómo vas a poner a rezar a un chico por un dios que es todo bondad y le dicen: pero este tipo se enojó porque le comieron una manzana, se agarró una bronca bárbara y la única manera como se le pasó fue decidiendo mandar a su bebé, que se llama Cristo para que ustedes mortales lo crucifiquen y ahora sí perdonarlos a todos. A mí me parece que ese es un dios hijo de puta.

Si la religión es el núcleo de la cultura mexicana es una perversidad. Yo no digo: hay que prohibirla porque así no funciona la ciencia, si yo digo que dos por dos es cuatro, la ciencia no sale a decir: “y está prohibido decir que es 13”. No, enseña a sumar bien a la gente y por sí solos se harán concientes. Que la gente crea lo que quiera pero enséñale a pensar. Eso no lo está haciendo la divulgación ni siquiera puede tocar el tema. Yo digo que se está haciendo una divulgación mala a pesar de que tenemos a gente de mucha calidad.

¿Quiénes deben de hacer divulgación de la ciencia?

Yo creo que deben divulgar los mismos que están haciéndolo ahora; también los científicos, los penalistas, los especialistas en derechos humanos. Supón que hay una epidemia, vos esperás a que los médicos salgan a decir qué está pasando. Resulta que los sacerdotes ponen a un niño de rodillas a rezar y los especialistas en derechos del niño no les dicen: “Usted no puede enseñar esas idioteces de adorar una deidad”. Son infanticidas porque el niño no filtra con la razón la información que le están dando. Están fabricando ciudadanos subdesarrollados y eso debería estar penado. Debería estar penado idiotizar al mexicano diciéndole “mire cómo la virgen hizo brillar el sol y despejar las nubes”.

La intoxicación cognitiva, que es la mentira, tiene vía libre, no lo controla nadie, ¿por qué la UNAM deja que se propalen indignidades? Yo critico fuertemente a los que hacen divulgación científica y a los especialistas en filosofía, psicología infantil porque no se atreven a decir: No le enseñen a los niños estupideces.

¿Qué lo llevo a dedicarse a la ciencia a pesar de tener todo en contra? Si vemos a esta actividad como una vocación incierta, donde los países tercermundistas investigan los rescoldos de la big science que generalmente se lleva a cabo en los países desarrollados.

Cuando yo tenía 17 años, me preguntaban cómo me iba a ganar la vida, ¿qué quería hacer? Yo vivía en un barrio de clase media baja en Argentina donde había médicos, abogados, dentistas, ingenieros; vos elegías entre eso. Yo elegí medicina y uno de mis profesores fue Bernardo Houssay, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947; y Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química en 1970, era mi amigo; entre ellos, malditos tipos, me torcieron la vida, porque si bien salí titulado como doctor en medicina yo ya era un científico. Si yo fuera un médico que palpa barrigas u opera oídos, viviría en la Argentina pero por ser científico hubo un golpe de estado nazi-católico y me tuve que exiliar. Primero fui profesor de una universidad en Nueva York pero me dijeron que México había encontrado mucho petróleo y estaba por “administrar la abundancia” y vine acá. Me apoyaron mucho. Mis trabajos se publican en las mejores revistas del mundo. Mi parte de investigador que es fisiología celular y molecular la hago; en mis horas libres o los fines de semana me dedico a escribir.

Cuando Francis Bacon dijo “knowledge is power”, dijeron pues si da tanto poder no lo divulguemos, vamos a mantenerlo entre nosotros. En el primer mundo están en contra de la globalización del conocimiento. La gente confunde información con conocimiento. Hay gente que quiere que se desarrolle la investigación porque lo que provee es información, no conocimiento. México está sujeto al primer mundo porque éste último quiere poseer el monopolio de la tecnología e innovación para vendérnoslo: los medicamentos, los coches, las cámaras, lo de ellos.

Luz Olivia Badillo

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